viernes, 9 de mayo de 2014

LOS VIEJOS SONEROS NUNCA MUEREN...

“Si me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba” (Federico García Lorca)

“Me llamo, o me llaman, Máximo Francisco Repilado Muñoz, Compay Segundo y Pancho para algunos. Demasiados nombres para una sola persona ¿no es verdad?”

Compay Segundo nació el 18 de Noviembre de 1907 en Siboney, Oriente de Cuba, solo nueve años después de un conflicto que, cosas de la vida y de la historia, no consiguió separar a dos pueblos que compartían algo más que un mismo idioma.

Lejos de extinguirse, los rasgos de identidad hispanos en la cultura popular cubana se siguen manteniendo después del desastre de 1898. Muchos andaluces, gallegos y canarios siguieron emigrando a comienzos del siglo XX a la Perla de las Antillas… Y con ellos viaja la música, continuando un proceso de intercambio que ya se había iniciado mucho tiempo antes.

No es casualidad que Compay compusiera en La Habana, hace más de sesenta años un “Juliancito” tan flamenco y tan moderno, como no es casualidad que Pepe el de la Matrona, Pericón o Chano Lobato hagan en Cádiz cantes tan cubanos como este:

...voy a decir la verdad,
decirlo me hace feliz,
llevo en mi sangre de negro
y algo de España cañí...

... mi padre llamado Juan,
un andaluz figurín,
mi madre negra criolla,
y yo mulatito nací...


Compay Segundo, nieto de Ma Regina, esclava liberta que llegó a vivir 115 años, se instala en 1916 con su familia  en Santiago de Cuba. Muy pronto el hermano mayor lleva a casa un tres “… y todos los demás le caímos encima al tres”. Más tarde fue una guitarra “… y todos le caímos encima a la guitarra”. Es la época en que por esa casa solía parecer con frecuencia Sindo Garay, uno de los grandes maestros de la Trova antigua, por quien desde niño se sintió fascinado Compay.

Con el tiempo vinieron las clases de solfeo y su ingreso en la Banda Municipal de Santiago de Cuba como clarinete bajo la tutela del maestro Enrique Bueno. Allí coincide con Siro Rodríguez, Rafael Cueto y Miguel Matamoros, que después formarían el celebre Trío Matamoros. Ganan el concurso de bandas de La Habana fundiendo en una pieza clásica un son montuno, algo inédito hasta entonces. Son elegidos para un concierto histórico en el que, entre otras piezas, interpretan el himno nacional de Cuba en la inauguración del Capitolio en 1929.

Entre el tres y la guitarra, nunca supo de cual de los dos instrumentos desprenderse, y se inventa uno que es una mezcla de ambos, y al que llamó Armónico, elemento fundamental para interpretar su música y el sello singular e inconfundible del Compay. Tiene seis cuerdas, que son siete porque la tercera es doble para conseguir la sonoridad del tres. Su afinación es igual a la guitarra. Primera cuerda mi, segunda si, tercera sol (cuerda doble octavada) y re, la, mi, afinados una octava por encima de la afinación propia de la guitarra.

Todavía casi un adolescente, comienza a aparecer en emisoras de radio con el cuarteto Cubanacán. Posteriormente, junto a Ñico Saquito, compositor de “María Cristina” o “Cuidadito Compay Gallo”, se integra en el quinteto Cuban Stars y actúa en teatros y emisoras de diversas ciudades. Ya en La Habana, se incorpora al Cuarteto Hatuey con Evelio Machín (hermano de Antonio), con quien hace una gira de seis meses por México, donde participa en dos películas “Tierra brava” y “México lindo y querido”.

En 1942, con Lorenzo Hierrezuelo, que era también de Siboney, forma el dúo Los Compadres, momento cumbre en la carrera de ambos. En esa época son bautizados por un locutor de radio como Compay Primo (Hierrezuelo) por ser quien hacía la voz prima y Compay Segundo (Repilado), una de las segundas voces más importantes de la historia de la música cubana.
             
Es también en los años cuarenta, cuando lo reclama su compadre Miguel Matamoros para formar parte del conjunto de este como clarinete. En el permanece durante doce años y conoce a Benny Moré, con quien entabla una gran amistad.

En 1950, tras la separación de Los Compadres forma un nuevo “piquete”,  que bautiza como Compay Segundo y sus muchachos. En el se integran cantantes como Carlos Embale y Pío Leyva. Este graba su primer disco con Compay Segundo en 1957, con “La juma de ayer” y “La mujer del peso”. Cuentan que hubo que interrumpir aquella grabación porque en ese momento se estaba produciendo el ataque revolucionario al Palacio Presidencial y el tiroteo se podía escuchar desde el propio estudio de grabación.


“... y en eso llegó Fidel..." Con Fidel Castro en el poder y no obstante un manifiesto de apoyo a los músicos, la nueva realidad hizo que sus grabaciones se espaciaran, y Compay se fue quedando en el limbo de las viejas glorias. Si la situación lo requería, Compay soltaba de carretilla los argumentos revolucionarios pero realmente no le gustaba hablar de los sesenta y los setenta. Según parece, en Cuba sobraban músicos y urgían “productores”. Así que Repilado se integró en una expedición agrícola, enviada a una provincia remota de China para asimilar las técnicas del cultivo del arroz. No le divertía evocar aquella “misión”: aseguraba que saludó a Mao pero que los chinos le miraban con pasmo; incluso le frotaban los brazos, “...querían saber si manchaba o desteñía”. Lo peor, suspiraba, fue la prohibición tajante de relacionarse con la población femenina.

Después, sobrevino un injustificado olvido. Compay, que por su genial trabajo como compositor y por su singularidad como interprete se había convertido en una de las grandes referencias de la música cubana de todos los tiempos, desapareció del panorama musical.

Aunque nunca abandonó la música, Compay trabajó como barbero, hasta que se vio obligado a retomar su viejo oficio de tabaquero. Si alguien conocía los secretos de un buen puro era él, que se pasó media vida como torcedor de habanos, a razón de 150 diarios durante los 17 años que trabajó en H. Upmann “… y sin faltar un solo día”. No costaba animarle a desbaratar un habano. Iba separando las hojas en las diferentes capas (la tripa) y las montaba de nuevo con manos asombrosas con el fin de lograr que tirase correctamente. Una operación que practicaba con orgullo de artesano mientras repetía: "…ya no los hacen como antes".  
    
  
               
Sólo le fue posible volcarse otra vez enteramente en la música después de su jubilación, en 1970. Pero empezar de nuevo no le fue fácil. Durante casi veinte años actuó en círculos reducidos y con poca o ninguna trascendencia en los medios, e incluso llegó a tocar para los turistas en tabernas y hoteles de La Habana. En la Cuba del "Periodo Especial" no había mucho respeto por los sonidos añejos, pero logró hacerse un hueco y pudo resolver las cuestiones económicas más apremiantes, a la vez que despertaba el interés de oyentes curiosos. Allí lo vieron por primera vez algunos españoles, y de allí lo sacó el musicólogo cubano Danilo Orozco para participar en un encuentro de música tradicional en el Instituto Smithsonian de Washington, junto a Marcelino Guerra “Rapindey” y el Cuarteto Patria, donde actúa como invitado especial en el Festival de Culturas y Tradiciones Americanas.

Más tarde volvió a pensar en él con ocasión del primer Encuentro del Flamenco y el Son, que se organizó en Sevilla en 1994, actuación que repitió al año siguiente con un éxito clamoroso junto al cantaor gaditano Chano Lobato. Aprovechando su estancia en Sevilla, una calurosa mañana Compay se acercó hasta la tumba de su viejo amigo Antonio Machín en el cementerio de San Fernando y le cantó El camisón de Pepa”, uno de los primeros éxitos de Machín en Cuba.

A LA GLORIA POR UTRERA

¿Qué tienen que ver Gaspar de Utrera, Antonio Peña “El Cucaracha”, Ana Mancheño “La Turronera”, “La Polvorilla”, “José el de la Buena”,” Gaspar de Perrate”, “El niño de Juan Manuel” y “Adán de Perrate”; con Francisco Repilado?. 

La historia se remonta a 1994 y el vínculo se produjo en el pueblo sevillano de Utrera en julio de aquel año, al que llegó el cuarteto de Compay Segundo y sus Muchachos, procedente de  La Habana. Allí les esperaban, para actuar en un  mismo escenario, ese grupo de artistas flamencos. El impacto entre los músicos mismos y de ellos hacia el público, fue inenarrable. Compay Segundo no actuó por primera vez en Europa en famosos teatros de París, Bruselas, Alemania o Inglaterra. Su “Chan Chan” se escuchó por primera vez en el Viejo Mundo, arropado por una familia gitana de Utrera. Es imposible olvidar que cuando cerraron el espectáculo con ese son, se alzó la voz de la vieja “Ana La Turronera”, diciéndole, como para darle el primer empujoncito hacia la gloria: ¡Cojonudo,Compay!

Chan Chan” fue el tema que le brindó el éxito internacional cuando cumplía 90 años. Es una hermosa melodía de solo cuatro notas, sensibles y sentimentales, que en su texto narra con extraordinaria sencillez la historia de Juanica y Chan Chán, que cernían arena para construirse una casita junto al mar. Juanica parecía tan sensual sacudiendo el jibe (tamiz) que Chan Chan se sentía avergonzado de que los demás la vieran, y de allí nació esa hermosa canción. Compay le confesó a un periodista colombiano no haberlo escrito él: "…estaba dormido y lo soñé”. 

De Alto Cedro voy para Marcané
llego a Cueto, voy para Mayarí
El cariño que te tengo
no te lo puedo negar
se me sale la babita
yo no lo puedo evitar 

Cuando Juanica y Chan Chan
en el mar cernían arena
como sacudía el jibe
a Chan Chan le daba pena 
Limpia el camino de paja
que yo me quiero sentar
en aquél tronco que veo
y así no puedo llegar 
De Alto Cedro voy para Marcané
llegó a Cueto voy para Mayarí





El propio Danilo Orozco fue el encargado de presentarle, algún tiempo después, al inquieto músico español Santiago Auserón (el ex rockero Juan Perro, del grupo Radio Futura) en uno de sus viajes a Cuba en busca de otros «sones», y nunca mejor dicho, porque el encuentro fue todo un hallazgo. Auserón le grabó, durante diez días de 1995, una deslumbrante “Antología”, con 37 piezas. A los 88 años, el Compay Segundo finalmente tenía un retrato de cuerpo entero. Pablo Milanés también contribuyó a rescatarle del olvido. Compay había colaborado en Años”, la serie de discos en los que Milanés rendía homenaje a la Vieja Trova.
Pero su fama internacional le llegó en 1997Ry Cooder, el extraordinario guitarrista estadounidense que pusiera música a la película París, Texas (1984), de Wim Wenders, ideó y produjo el disco Buena Vista Social Club, que ganó un Grammy e inspiró a Wenders una película con ciertas concesiones a la comercialidad que no hacía demasiada justicia a esos músicos y sus raíces, pero que también se alzó con un premio, el del Cine Europeo. Si el disco supuso una resurrección de viejas celebridades  -Omara Portuondo, Rubén González, Ibrahim Ferrer, Pío Leyva, Barbarito Torres, Eliades Ochoa y el propio Compay Segundo- la película fue para ellos la llave del mundo.
El 15 de Noviembre de 1997, después de haber recibido la Orden Félix Varela, la más alta condecoración del mundo de las artes en Cuba, se le rindió un multitudinario homenaje en el Teatro Nacional de La Habana con motivo de su 90 cumpleaños.
“…las flores me llegaron tarde, pero me llegaron...” Era un hombre sorprendente, y el primer sorprendido por ese reconocimiento tardío que lo situó donde le correspondía. Tras la repercusión que alcanzó el disco que le dio fama, Compay entró por la puerta grande en la elite de los circuitos musicales internacionales, y se presentó en los más importantes escenarios del mundo, del Olympia de París al Carnegie Hall de Nueva York, e incluso en la Sala Nervi del Vaticano, donde actuó ante el papa Juan Pablo II. Con él cantaron artistas tan heterogéneos como Charles Aznavour, Raimundo Amador, Cesaria Evora, Martirio, Pablo Milanés, Khaled, Santiago Auserón y hasta Antonio Banderas.

Grabó nada menos que una decena de álbumes -entre otros, Yo vengo aquí (1996), Lo mejor de la vida (1998), Calle Salud (1999), Las flores de la vida (2000), Duets (2002) en tan sólo seis o siete años. Lo llamaban el patriarca del son, pero Compay no sólo era la figura cumbre de ese género y uno de los grandes músicos populares de todos los tiempos; era, sobre todo, un personaje fuera de serie, de un optimismo y unas ganas de vivir abiertamente ejemplares: «Espero llegar a los cien años y pedir prórroga, como hizo mi abuela. Yo voy sacando candela...»

A los 95 años, el Compay Segundo se nos marchó. Fué en La Habana el 14 de Julio de 2003.


Con Compay Segundo, en el Hotel Nacional, en La Habana
"La música hay que estudiarla además de sentirla, tiene secretos, es una conversación. Mira si es grande, que si la escribe un chino yo la entiendo".

“Tener cerca una guitarrita, un tabaco y un traguito de ron para disfrutar con los amigos. Lo mejor de la vida, caballero”.
"Yo no soy un clásico, pero sí me siento en el deber de ser un pensador, y cambié la palabra arma por alma. Vamos a cambiar las armas por las almas para ver si con la cultura podemos salvar la humanidad."

"Yo sé cuándo un barrendero está barriendo mal. ¿Tú sabes? Un barrendero debe barrer a favor del viento. La cosa más sencilla de la vida yo me la sé. He pasado por el mundo, he cumplido con mi deber, he atravesado pantanos y no he manchado mi plumaje."


"La muerte es una falacia. Nosotros no morimos, nos transformamos. De nuestro cuerpo salen gusanitos que después se convierten en mariposas y emprenden el vuelo. Por eso digo a los niños que no cacen ni maten a las mariposas, pudiera tratarse de un gran artista o un gran poeta".


Compay Segundo 

Fuentes:
Luis Lázaro (Lo mejor de la vida)
Diario "El Pais" 
Wiki
La Jiribilla

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