viernes, 16 de mayo de 2014

MEMORIAS DEL MEDITERRANEO - Fernand Braudel

Como excepción a la regla, la montaña está ausente de una de las orillas del Mediterráneo, el larguísimo litoral curiosamente plano, casi ciego, que linda con el Sahara y se extiende sobre millares de kilómetros, desde el Sahel tunecino y la isla redonda de Yerba (la isla odiseica de los lotófagos) hasta el delta del Nilo y el agua dulce y embarrada que el gran río proyecta bastante lejos mar adentro —o hasta las montañas del Líbano que dan a las ciudades fenicias, hacinadas sobre sus islas o sus terrazas marinas, su aspecto típicamente, maravillosamente mediterráneo. Desde el avión, con la sencillez brutal que tienen los paisajes vistos desde arriba, la amplia extensión de agua marina y el Sahara, una contra otro, enfrentan sus inmensidades vacías, una azul, la otra blanca con reflejos amarillos, ocres o anaranjados.

En realidad, el desierto irrumpe brutalmente en la vida física y humana del mar. Humanamente, lanza cada verano, hacia las zonas costeras, sus nómadas devastadores, hombres, mujeres, niños, animales que se agrupan en campamentos de tiendas negras entretejidas con pelo de cabra (o más adelante de camello). Son vecinos molestos, saqueadores ocasionales. Junto con la humanidad montañesa, que pende sobre las civilizaciones frágiles, los pueblos nómadas son otro peligro permanente. Toda civilización victoriosa cerca del mar Interior, se definirá obligatoriamente como una forma de utilizar y de contener al montañés o al nómada, de contemporizar con unos y con otros, de mantenerlos a ambos a distancia.

A pesar de su inmensidad, el desierto nunca absorbe totalmente a los pueblos que lo habitan, los expulsa regularmente hacia sus orillas, sus saheles. Tampoco atrae a demasiados hombres a lo largo de las pistas de caravanas que lo cruzan, como un lento navegar que se sumerge en las soledades pedregosas y arenosas de África y Asia, océano infinitamente más vasto que el mar Interior. No obstante, las líneas de caravanas han ido creando con el tiempo fantásticos enlaces con las tierras de los negros, con Senegal, Níger y sus buscadores de oro primitivos, con las grandes civilizaciones, con el mar Rojo, el golfo Pérsico, el océano índico, con las maravillas precoces de la cerámica, del metal, de las joyas, de los perfumes, con los remedios milagrosos, con las especias y las comidas extrañas.

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